El pan de a locha. Gerardo Henríquez

Crédito a su autor.





A cuántos de nosotros nos mandaron a hacer los mandados. A mí, por ejemplo, no me pelaban. Siendo el menor de tres hermanos era al que mandaban a hacerlos. El mandado que nunca me negué a hacer, y de hecho lo hacía con gusto, era comprar el pan, sobretodo los fines de semana y especialmente los domingos. A las 8 ya mi papá me daba 2 bolívares para el pan y la leche, con eso compraba 8 panes (el pan costaba una locha, 12,5 céntimos de un bolívar) y un litro de leche (Silsa para ser más exactos). A esa hora siempre el pan estaba acabado de hornear.

Todos los sábados mi abuela (mi Tota) nos regalaba un real (50 céntimos de bolívar, para que entiendan las nuevas generaciones), así que el domingo tenía yo para comprar lo que quisiera en la panadería, y siempre fue lo mismo, dos panes de a locha y un chocolate de leche Savoy (ese de los cuadritos, con empaque azul y amarillo). La costumbre era comprar mi paquete, picar a la mitad ese chocolate y meterlo dentro de cada uno de  los panes. Ya rellenos iban para la bolsa donde estaban los panes de la casa, para que no perdieran el calor.

Al llegar, pedía que me hicieran un Toddy caliente. Ese Toddy y mis panes de a locha con chocolate ya derretido por el calor en la bolsa eran la gloria aquí en la tierra.

Podías ser feliz sólo con un realito.

Comentarios