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Foto: Madame Blanche. Chacao, 2008. |
Una historia más de esa Caracas, de esa ciudad muy Pigmalión que compartimos un gentío.
Tenía veinte años apenas y era mi primer trabajo “serio” en cine, era asistente de producción, gracias a ellas, sí, siempre mis primas locas me “colocaban” donde era o hacía falta alguien con mis dotes: una película barata, equipo mínimo, muy poético y, sobre todo, habilidad para aguantar, esperar y resolver. Era mi trabajo. Allí conocí a dos grandes profesionales, el director y el asistente de cámara. Por primera vez vi cómo cargaban una película de 35 mm en la bobina dentro de un saco negro y cómo un director se calzaba la cámara al hombro y disfrutaba cada plano. Yo también lo disfruté al máximo y me enamoré de eso.
Luego de dos semanas de filmación, esperábamos que lloviera porque necesitábamos hacer un plano fijo de la subida de Altamira, desde el puente abajo en la autopista hacia el Ávila, y capturar cómo bajaba el aguacero, una imagen bucólica y difícil de concebir. En ese puente acampamos los tres, en una Caribe 442, esperando nuestro palo d’agua y, claro, en la espera los cuentos personales y las historias inventadas llegaron solitas. Cada quien tenía lo suyo y su forma de contar, yo andaba en mis años mozos y mis experiencias estaban pintonas aún. Y una de esas historia la recuerdo bien, tanto que forma parte de una serie de cuentos eróticos que escribo por puro placer y ejercicio de la memoria.
Aparentemente, para pagarse los estudios y poder continuar con su sueños fílmicos en el exterior, uno de ellos, junto a un pana universitario, que andaba “mamando y sin amigos”, pelando bello por los años ochenta, dio con el negocio del siglo. Ambos tenían contactos en la alta, media y baja alcurnia caraqueña, y también contaban con dotes de artes plásticas y manualidades. Es así como montaron una peluquería de cucas, de montes de Venus, de totonas. “Asegún” fue un éxito rápido, rotundo, y con bastantes ganancias.
Nuestro compañero nos contó con pelos y señales (sobre todo pelos), quién, cómo y cuándo. Supimos quién se hizo qué y para quién. Nos dijo que la decoration sexual era un tiro al piso. Que llegaban mujeres que querían una mariposa, una playa, una boca de los Rolling Stones. “Coño panas no les estoy cayendo a muela, se los juro por mi...” Y esa Caribe 442 se batía por nuestras carcajadas y él seguía ampliando los detalles y la historia. Aseguró tener guardada una lista de las mujeres que se hicieron la peluquería del entre piernas y que también guardaba celosamente las fotos de algunas creaciones,. Que hacían su trabajo a domicilio y si no, en un apartamento de una amiga en Chacaíto. Que las tarifas dependían de la pelambre y el motivo, y reiteraba, una vez más, “coño panas no les estoy cayendo a muela, se los juro por mi...”
Nuestro compañero nos contó con pelos y señales (sobre todo pelos), quién, cómo y cuándo. Supimos quién se hizo qué y para quién. Nos dijo que la decoration sexual era un tiro al piso. Que llegaban mujeres que querían una mariposa, una playa, una boca de los Rolling Stones. “Coño panas no les estoy cayendo a muela, se los juro por mi...” Y esa Caribe 442 se batía por nuestras carcajadas y él seguía ampliando los detalles y la historia. Aseguró tener guardada una lista de las mujeres que se hicieron la peluquería del entre piernas y que también guardaba celosamente las fotos de algunas creaciones,. Que hacían su trabajo a domicilio y si no, en un apartamento de una amiga en Chacaíto. Que las tarifas dependían de la pelambre y el motivo, y reiteraba, una vez más, “coño panas no les estoy cayendo a muela, se los juro por mi...”
Hoy ese negocio resultaría algo muy vintage o hasta hipster, por qué no.
El trabajo de la película se extendió por un par de días más a causa de las lluvias tardías y mi amigo se quedó sin presupuesto. Para completar mi salario, me dio una ampliadora fotográfica, con reloj, las bandejas, químicos y muchos papeles de fotografía para gastar.
Gracias por esa historia y por la ampliadora, me imagino que alguna vagina bien peluqueada pasó por allí.
Gracias por esa historia y por la ampliadora, me imagino que alguna vagina bien peluqueada pasó por allí.
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