Carnavales caraqueños: el dulce que se diluía en la luz. Luis Carlos Villarroel




LP Baile de Carnaval de Biilos Caracas Boys. Crédito a su autor.

Estamos en Carnaval, en la Caracas de los sesenta, previa explosión del modelo que nos llevó al esplendor y en democracia naciente. A lo largo de este período, durante los gobiernos de Betancourt y Leoni, estas fiestas eran aún pomposas (línea directa de la tradición perezjimenista).
Por "esto de la política", huyendo de situaciones y circunstancias, nos tocó mudarnos e instalarnos en Sabana Grande, ¡la gran maravilla!
De las tradiciones e imágenes de estas fiestas que no se olvidan, están el "¡aquí es!" y las "guerras de caramelos".
Lo primero refiere a que los niños de entonces nos situábamos en las esquinas y las carrozas o bien caravanas particulares lanzaban caramelos como regalo, respondiendo al grito unánime de: “¡aquí es, aquí es!”.
Lo segundo recuerda a las caravanas de diferentes parroquias caraqueñas, cuando defendían a sus Reinas de Carnaval; y esa rivalidad terminaba, casi que invariablemente, en un enfrentamiento violento “a caramelazo limpio.”
Pasadas las fiestas, las calles quedaban tapizadas de un “mezclote” de papel de cera y “melao”, una alfombra dulce que se extendía por unos 80 o 100 metros cuadrados en cada esquina, a lo largo de la avenida Casanova y la Calle Real de Sabana Grande y que podía despegarse del piso solo con un tractor.
Esa alfombra empalagosa se diluía poco a poco con el sol, la lluvia y el tránsito de los carros, cuyos cauchos terminaban endulzados cuando por allí pasaban. ¿Escena de García Márquez? tal vez, mas no dudemos  en la posible desesperanza, que el nuestro es el mejor país y que debemos estar orgullosos de nuestros talentos y también de nuestra riqueza natural, de nuestros recuerdos luminosos. La pobreza como política de estado, nunca ha sido nuestra; y ha de ser superada lo antes posible.

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