Nacho sin prisa. Larissa Hernández

Foto: Archivo Larissa Hernández, 1990.
 

Nacho sin prisa

 

Para los que estudiamos en los años ochenta en el Instituto Escuela de Prados del Este, el Centro Comercial Concresa era como una extensión del colegio. De las corbatas de cuero de Carnaby a las limonadas frappé de Crema Paraíso, de los zapatos de goma de Puma Sport a los pastichos de Da Emore, de los Ávilas en la Galería de Arte Acuario a los profiteroles de la Mozart, no había rincón del centro comercial que no conociéramos ni escaleras mecánicas que no hubiésemos subido o bajado al menos unas cien veces.

 

Pero además de las tiendas y locales de comida, allí también funcionaban las oficinas de la disquera SonoRodven, por lo que era usual ver a Melissa, Frank Quintero, Karina o cualquier otro cantante venezolano de moda en cualquier momento. Así fue como una tarde de 1985, después de clases, caminando por el pasillo donde quedaba el cine, Gaby y yo vimos a Guillermo Dávila sentado en una de las mesas de la Feria de comidas y quedamos paralizadas. Debimos haber puesto nuestra mejor cara de fans enamoradas, porque el musiquito se escondió debajo de la mesa. Pero el señor que tenía sentado al lado lo levantó, le dijo algo al oído y nos hizo señas para que nos acercáramos. Iban a grabar una escena de la telenovela “Cantaré para ti” y nosotras éramos las extras que necesitaban.

 

Claro que Guillermo Dávila me encantaba, él era el ídolo de mi generación. Ya en la telenovela Ligia Elena me había enseñado que la muestra de amor más grande estaba en un ojo de pescado y yo había puesto tantas veces “Me pongo a pintarte”, que había rayado el disco. Pero mi amor no le llegaba ni por los tobillos al amor que sentía La Gordi por él. Ella sí se derretía por Guillermo Dávila. Gaby y yo no íbamos salir en esa telenovela sin ella. Preguntamos si podíamos llamar a una amiga y nos dijeron que sí, que todavía estaban esperando a parte del equipo, pero que no tardaban en llegar. Salimos a llamarla desde un teléfono público que estaba frente a la Torre La Pirámide y juro que mi impresión fue que yo no había terminado de trancar cuando ya La Gordi estaba al lado de nosotras. Había logrado que sus tías, que la consentían en todo, hicieran un viaje relámpago desde La Boyera hasta Terrazas del Club Hípico.

 

Para la grabación nosotras teníamos que hacer lo contrario a lo que hicimos al ver a Nacho, que ya no era Nacho: debíamos gritar histéricas y correr detrás de él pidiéndole un autógrafo. Sospecho que él no tenía prisa, porque la escena la repetimos y la repetimos. Él hacía payasadas o decía lo que no era y todo el mundo soltaba la carcajada y tenían que cortar y volver a empezar. Cuando llegué a mi casa ya era de noche, pero quién iba a regañar a una quinceañera que lanzaba al techo docenas de autógrafos de Guillermo Dávila, mientras gritaba: “¡Oh, cantaré, cantaré para tiii!”.

Comentarios

  1. Como siempre me sacas sonrisas melancólicas... pero sonrisas al fin.. gran época.. excelente lari

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  2. Que bonito relato, de un rincón que no volverá. Fui al Concresa en Octubre 2019 y es un cascarón vacío y ruin. La desidia y la marginalidad lo devoró ☹️

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  4. Lo de Larissa Hernandez estuvo genial. Yo una vez en un ascensor de Concresa me encontré a Ricardo Montaner. Yo no estava muy al tanto de cantantes ni canciones en esa epoca. Vamos juntos rn el ascensor y yo cara'e piedra. El se me queda mirando esperando el acostumbrado grito de amor de las fans. Y yo cara 'e piedra. Despues el no aguanta mas y me mira ya de frente y me increpa:
    -Hola, tu no sabes quien soy yo?
    -Hola. No, no se
    -Soy Ricardo Montaner
    -Ah que bueno
    Corrección: Estava no! Estaba

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  5. Buenisimo! Los sueños de bucear en SCUBA CENTER (Creo que se llamaba asi) ahora por esos lados está el Banco Mercatil

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    1. Sí, una amiga me recordó ayer Tropicana y los desfiles que se hacían dentro de la tienda. Concresa era todo un mundo.

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  6. Genial, Lari... ¡qué cómica! siempre tan simpática.

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